En el Nombre del Se¤or ¸ 1996 KurioV Software. Introducci¢n El 15 de Marzo de 1992 un empleado de la Biblioteca Men‚ndez Pelayo de Santander, encontr¢ entre los libros de unos archivos un antiguo manuscrito en p‚simo estado de conservaci¢n donde un monje que hab¡a vivido en la Castilla del Siglo XIV relataba sus andanzas por toda la meseta, y por otros estados. Del manuscrito, redactado en el decadente lat¡n de la ‚poca, se obtuvieron varias copias en microfilm, y fotocopias en color. Todo ellose encuentra en la susodicha biblioteca. El manuscrito contiene una parte en la que el monje relata un intrigante caso en el que intervino como principal protagonista. Se sit£a una Abad¡a ya desaparecida del noreste del Reino de Navarra. Concretamente en la Abad¡a de Montalto, al norte de los Pirineos. El monje se llamaba Tom s Gonz lez de Velo, que en la actualidad se podr¡a traducir como Tom s el hijo de Gonzalo natural de Velo (en la edad med¡a los apellidos correspond¡an al nombre del padre, al que se a¤ad¡a la part¡cula "ez" m s el del lugar de donde se proced¡a.) . En efect, el manuscrito relata unos oscuros hechos en los que Tom s Gonz lez de Velo realiz¢ la labor de investigador por mandato del Abad. Todos los acontecimientos est n llevados al juego tal y como se contienen en el manuscrito, pero a¤adiendo un cierto toque personal al entramado de la historia. La Aventura La aventura transcurre en su totalidad en la Abad¡a. En ning£n momento puedes salir de ella, y como parte que formas de ella has de seguir todas sus normas al pie de la letra, pues si no ser s castigado. Has de tener en cuenta que en aquellos tiempos estaba en pleno apogeo la Inquisici¢n, y era dif¡cil, por no decir imposible, escapar de sus redes. Recuerda que no est s solo en la Abad¡a, y tus acciones repercutir n en el resto de los monjes. Pero lo m s importante de la aventura es que a pesar de sujetarse a unos acontecimientos prefijados, cada vez que se entra en ella es un juego diferente, ocurren cosas diversas; y lo m s importante de todo: t£ haces que sea diferente. No olvides que la historia est  en tus manos. El Juego Este programa es una aventura conversacional. Ello significa que todas las acciones que se quieran hacer han de ser tecleadas letra a letra. El ordenador las procesa, y en funci¢n de lo que se haya tecleado, ocurren unas cosas u otras. Es decir, puedes hacer todo lo que te plazca, pues todo tiene sus consecuencias. El programa posee un vasto vocabulario con gran cantidad de sin¢nimos, para que sea f cil de jugar. Adem s, tienes los siguientes comandos especiales VER, V, M, MIRAR: Describe la localidad actual. As¡ como los objetos presentes, si los hay, y los personajes que se encuentran en la localidad. SAVE/LOAD: Permite grabar/cargar la posici¢n actual del juego en disco. De esta forma se puede seguir la partida en el punto en que se dej¢ en cualquier otro momento. RAMSAVE/RAMLOAD: Permite grabar/cargar la posici¢n actual en la memoria del ordenador. Al apagar el ordenador, se borrar  la posici¢n grabada. Este comando es £til a la hora de realizar acciones en las que intervenga el factor suerte. PAUSA: Detiene el juego hasta que se pulse una tecla. Cuando el ordenador est  en pausa no corre el tiempo del reloj, ni ocurre ning£n evento incontrolado. FRAY, HERMANO, DECIR: Permite dirigirte a un monje, para hablar con ‚l. La forma de hacerlo es como sigue Fray Alberto: Dame las lentes Esta ser¡a la forma de decir al personaje llamado Alberto que nos d‚ las lentes. -Pulsando la tecla F1 acceder s a un men£ de opciones en el que puedes grabar y cargar a memoria o a disco. As¡ como poner el ordenador en pausa. -No hay que olvidar los t¡picos comandos usados en todas las aventuras conversacionales INVENTARIO ¢ I, EX ¢ EXAMINAR, METER, SACAR, COGER, DEJAR, etc... Instrucciones de Carga Para jugar con En el Nombre del Se¤or, has de poseer un ordenador PC o compatible con una memoria Ram de 512Ks ¢ superior, y una tarjeta de video VGA. Para ejecutar por primera vez el juego has de personalizarlo. Para ello, introduce el diskette en la disquetera A, y teclea A:>EENS Teclea SETSOUND, para seleccionar tu tarjeta de sonido, el Speaker, o dejar el ordenador en silencio. Una vez instalado el juego se carga tecleando ENS. Equipo de Dise¤o -Direcci¢n, argumento, gui¢n y textos: Sergio Llata. -Programaci¢n, fotograf¡a y arreglos de imagen: Sergio Llata. -Dibujos: P. Mariano Calle. -Digitalizaci¢n de im genes: Toni Barroso. -Digitalizaci¢n de sonido: Juan Gasc¢n y Sergio Llata. -Revisi¢n del juego: Ram¢n Fust‚ i Roig. -Asesores hist¢ricos y religiosos: P. Mariano Calle, Juan Antonio Iglesias y Sergio Llata. -Gracias especiales a: Ram¢n Gutierrez, Fran Morell, Javier San Jos‚, y Alejandro Santos. - Supervisi¢n de todo el conjunto: KurioV Software. Historia del Cristianismo (Desde S. Pedro hasta el Siglo XV) La Iglesia de los Ap¢stoles Cuando Jes£s fue crucificado sus disc¡pulos se dispersaron, sumidos en un profundo sentimiento de fracaso. Poco tiempo pas¢ para que todo se transformara en alegr¡a y empuje, para predicar a Jes£s, pues hab¡an sido testigos de su Resurrecci¢n y hab¡an recibido la fuerza del Esp¡ritu Santo en Pentecost‚s. El anuncio de la Resurrecci¢n de Jes£s ocasiona la conversi¢n de multitud de jud¡os y paganos, que se reunen en comunidades. A finales del Siglo I, el Evangelio se hab¡a extendido por el Imperio Romano. Las colonias jud¡as de la di spora constituyeron el soporte y el veh¡culo de la evangelizaci¢n. La Palabra es llevada por los Ap¢stoles. Por eso los dos protagonistas principales son Pedro y Pablo. As¡ es como nos lo narran los Hechos de los Ap¢stoles, donde Pedro es el principal protagonista en los primeros doce cap¡tulos, pasando despu‚s el protagonismo a Pablo, que es el principal portador de la Palabra m s all  de las fronteras de Israel. La primera comunidad estaba formada por grupos de procedencia muy diversa y por eso era l¢gico que surgieran diferencias a la hora de la convivencia y de la interpretaci¢n del mensaje de Jes£s. Nos encontramos que en la comunidad de Jerusal‚n hab¡a dos grupos los de lengua griega (helenistas) y los de lengua hebrea. Los helenistas eran jud¡os que hab¡an vivido fuera de Palestina, hab¡an recibido alguna cultura griega y dispon¡an, en Jerusal‚n, de sinagogas particulares en las que le¡an la Biblia en griego. Los hebreos eran los jud¡os que viv¡an en Palestina. Hablaban el arameo, pero le¡an la Biblia en hebreo en las sinagogas. Esta divisi¢n afect¢ a la vida interior de la Iglesia. La iniciativa de las misiones parti¢ del grupo helenista. La controversia surgi¢ porque helenistas y hebreos entend¡an de maneras diferentes la religi¢n jud¡a, sus leyes y costumbres. Los hebreos se inclinaban por mantener la tradici¢n jud¡a, mientras que los helenistas eran m s cr¡ticos en lo referente a la religi¢n jud¡a. Los jud¡os se mostraban tolerantes con el grupo cristiano de los hebreos, pero persiguieron a muerte a la comunidad cristiana de los helenistas al ver atacadas por ellos sus propias instituciones religiosas. Ante esta reacci¢n de las autoridades jud¡as, los cristianos helenistas huyeron a Judea y se convirtieron en misioneros del Evangelio en Samaria y entre los gentiles. La persecuci¢n dio lugar a una apertura de la comunidad a otros pueblos y a que el Evangelio se extendiera r pidamente por el Imperio. Para dar soluci¢n a la crisis surgida en las dos comunidades de la primitiva Iglesia, se reune la asamblea de los Ap¢stoles y presb¡teros para solucionar el problema. Los Ap¢stoles Pedro, Pablo, y Bernab‚, grandes defensores de la libertad cristiana, frente a la ley jud¡a, proponen sus argumentos que los gentiles, como todos los cristianos, han sido salvados por Gracia de Dios y no por la ley; que es la Fe la que salva al haber recibido el Esp¡ritu Santo. Desde entonces la asamblea, presidida por Santiago, decidi¢ no molestar a los gentiles que se convirtieran al Dios de Jesucristo. En prueba de comuni¢n y amistad hicieron llegar su decisi¢n a la comunidad de Antioqu¡a con unos representantes de la comunidad de Jerusal‚n. Desde Antioqu¡a San Pablo comienza sus viajes de evangelizaci¢n por Asia Menor y Grecia, fundando nuevas comunidades o afianzando las que hab¡a. De la misma forma otros cristianos se aventuraron a llevar el mensaje hasta Roma, capital del Imperio. As¡ se introduce el Cristianismo en las principales ciudades del Imperio Romano, mediante la acci¢n de las comunidades jud¡as de la di spora. La actitud que las autoridades adoptaron con relaci¢n al Cristianismo pas¢ del recelo al menosprecio. Y del desprecio a la persecuci¢n. Las persecuciones contra los cristianos se desencadenaron abierta y masivamente cuando los emperadores, pretendiendo salvar la unidad y la fuerza del Imperio, obligaron a los ciudadanos a rendir culto a su persona y los dioses romanos. La negaci¢n, por parte de los cristianos, llev¢ a muchos a la muerte. El emperador que introdujo el culto romano fue Augusto. Fue el emperador Constantino el que con el Edicto de Mil n, en el a¤o 313, estableci¢ leyes ordenadas a proteger a los cristianos, a la Iglesia. La Iglesia en conflicto con el Imp. Romano en el Siglo I. La raz¢n fue porque los cristianos, como anteriormente los jud¡os, nunca aceptaron la pr ctica del culto romano. Esa fue siempre la causa de las persecuciones, m s fuertes o m s leves, seg£n la intransigencia de los emperadores en exigir culto. A los cristianos se les persigue por tres razones principalmente a) En un primer lugar se les confunde con los jud¡os. Las primeras persecuciones tuvieron lugar en Palestina y Asia Menor, con los emperadores Domiciano y Trajano. La primera persecuci¢n en Roma tuvo lugar siendo emperador Ner¢n. b) Ya bien diferenciados de los jud¡os, aparecen ante el pueblo como seres extra¤os, no adoran a los dioses oficiales ni tienen templos, se reunen clandestinamente para vivir su religi¢n. Consta hist¢ricamente que en la segunda mitad del Siglo II, y bajo las ¢rdenes del emperador Marco Aurelio, en algunos lugares los cristianos fueron utilizados para los espect culos cruentos en las fiestas paganas. En este tiempo empiezan a aparecer en las comunidades cristianas escritores que pretenden ense¤ar a la gente en qu‚ consiste el Cristianismo, defendi‚ndolo de las falsas acusaciones. A estos escritos se les llam¢ apolog¡as. (Defensa de la religi¢n.) c) En el Siglo III, coincidiendo con una fuerte decadencia del Imperio Romano, a causa de los des¢rdenes y anarqu¡a reinantes, suben al poder una serie de emperadores militares que quieren restablecer el orden antiguo, reafirmando la unidad religiosa. Los cristianos, adem s de no aceptar el culto pagano, luchan por una igualdad de todos los hombres y por el cumplimiento de una comunicaci¢n cristiana de todos los bienes. Todo esto es contrario al orden en que se bas¢ la construcci¢n del Imperio. La Iglesia pasa de ser perseguida a ser protegida El Siglo III es una etapa importante para la expansi¢n de la Iglesia en Occidente. Se extiende, sobre todo, al norte de Italia, Francia, y Espa¤a. El primer escrito que se conoce, describiendo una m¡nima organizaci¢n de la Iglesia en Espa¤a, es una carta del S¡nodo de Cartago (a¤o 254) firmada por S. Cipriano, obispo de Cartago y otros 36 obispos, dirigida al presb¡tero F‚lix y a los fieles de Le¢n, Astorga, M‚rida, y Zaragoza. A principios del Siglo IV, tiene lugar la persecuci¢n m s fuerte de la Iglesia con el emperador Diocleciano. En un a¤o promulg¢ cuatro decretos de persecuci¢n, ordenando la ejecuci¢n de todas aquellas personas que no consent¡an en participar en el culto imperial. En Espa¤a hay muchos m rtires, consecuencia de la persecuci¢n de Diocleciano. Pero llega el momento en que la Iglesia pas¢ de ser perseguida a ser protegida por las leyes y por el Emperador. Este per¡odo lo inaugur¢ Constantino con el Edicto de Mil n (a¤o 313) por el que reconoci¢ a la Iglesia el derecho a vivir p£blicamente en la sociedad romana. Y todos los que le sucedieron, a excepci¢n de Juliano el Ap¢stata, fueron restringiendo los derechos del culto pagano hasta que Teodosio el grande lo prohibi¢ totalmente, convirtiendo el Cristianismo en religi¢n oficial del Imperio (a¤o 391). En tiempos de las persecuciones ser cristiano era exigente. Mas tarde, en tiempos de libertad para la Iglesia, se pod¡a caer en un Cristianismo mediocre. Como reacci¢n ante esta situaci¢n muchos cristianos se retiraron al desierto, emprendiendo una vida austera, dejando los bienes materiales y buscando la paz del esp¡ritu. Estos son los monjes (del griego mon¢s=solitario). En esta ‚poca se da el florecimiento del monacato. Hab¡a dos clases de monjes los anacoretas, palabra que tiene su origen el el verbo griego anachorein=retirarse, tambi‚n llamados eremitas, del vocablo griego ‚remos=desierto. Y los cenobitas, de la composici¢n de dos palabras griegas koinos-bios=vida com£n. Los anacoretas viv¡an en solitario y su ideal de vida era la oraci¢n y el trabajo manual, medio empleado para vivir. Los cenobitas viv¡an en comunidad. Su ideal era vivir el esp¡ritu evang‚lico de la comunidad tal y como la describe el Libro de los Hechos de los Ap¢stoles. Aparece una nueva organizaci¢n en el gobierno de la Iglesia Debido a que se extienden el Cristianismo, la Iglesia estructura una nueva organizaci¢n. El fin que se propone es doble. Por un lado se propone asegurar la unidad entre todos los cristianos, extendidos por distintos lugares y con unos medios de vida muy diferentes; y por otro lado se propone garantizar la fidelidad al mensaje del Evangelio. Los documentos del Siglo II nos posibilitan conocer c¢mo las comunidades cristianas se organizaban en torno a un solo obispo. En el Siglo IV la figura del obispo empieza a tener una gran importancia no s¢lo para la vida de unidad y de Fe de la comunidad, sino para realizar la administraci¢n de los bienes de los cristianos en favor de las comunidades o personas necesitadas. Esta actitud le dio un poder y una influencia sobre los cristianos; y cuando ‚stos fueron muy numerosos, sobre la sociedad en general. Cuando aparec¡a alg£n problema importante en la vida de la Iglesia, los obispos de las comunidades afectadas se reun¡an en concilios y tomaban determinaciones en com£n. Los concilio eran de dos tipos concilios locales (cuando se reun¡an los obispos de una zona determinada) y concilios ecum‚nicos o universales (cuando se convocaba a los obispos de todos los lugares). Primeros concilios ecum‚nicos Los Siglos IV y V son los siglos de las grandes controversias sobre la doctrina de la Iglesia y por eso es la ‚poca de los grandes concilios ecum‚nicos, que fijan la doctrina cierta sobre el dogma de Cristo y el Credo de la Iglesia. Los cuatro primeros concilios ecum‚nicos fueron el de Nicea (325), Efeso (431), Constantinopla (381) y Calcedonia (451). En los Siglos IV y V aparece la llamada edad de oro de los padres de la Iglesia. En Oriente se llaman padres de la Iglesia a S. Atanasio, S. Basilio de Ces rea, y S. Juan Cris¢stomo. En Occidente se llaman padres de la Iglesia latina a S. Jer¢nimo, S. Ambrosio de Mil n, y S. Agust¡n. Los encontramos en una ‚poca de intensa promoci¢n social, e intelectual. Con la aportaci¢n intelectual y filos¢fica de los padres orientales y occidentales, se abre una nueva era y ponen las bases para una civilizaci¢n cristiana. La Iglesia en la Edad Media La unidad pol¡tica y religiosa conseguidas durante el Siglo IV comienzan a resquebrajarse. La unidad pol¡tica hab¡a estado mantenida por el poder del Emperador y la unidad religiosa se hab¡a establecido tras la adopci¢n del Cristianismo como religi¢n oficial. Durante el siglo V la parte occidental del Imperio Romano sufri¢ la penetraci¢n de los pueblo germ nicos. Por esta raz¢n el Imperio Romano de occidente estaba en franca decadencia. El establecimiento en su seno de los diferentes pueblos b rbaros acab¢ por desmembrarlo en peque¤os reinos. Cada pueblo crea su sistema pol¡tico y sus leyes; adem s traen tambi‚n su religi¢n, su lengua y su cultura. Lo que hab¡a construido una unidad se ha dividido en una pluralidad de peque¤os estados. El fracaso del Imperio hizo que todas las miradas se volvieran hacia la Iglesia, recobrando gran relieve la figura del papa como signo y garant¡a de unidad. Un ejemplo lo tenemos en el Papa San Le¢n Magno, quien con su gran prestigio pol¡tico disuadi¢ a Atila de su intento de tomar Roma, cuando ‚ste se encontraba a las puertas de la ciudad. Ante la nueva situaci¢n planteada, la Iglesia se propone una doble tarea evangelizar a los nuevos pueblos, y restaurar la unidad pol¡tica. Evangelizar a los nuevos pueblos La religi¢n de los pueblos germ nicos era muy primitiva y rudimentaria. La Iglesia se dirige a los cabeza de tribu y cuando ‚stos se convert¡an, se daba la conversi¢n masiva de toda la tribu. Estas conversiones masivas dieron lugar a que no siempre abandonaran costumbres y concepciones paganas. La evangelizaci¢n real fue lenta y en ella tuvieron gran importancia los monasterios. Restaurar la unidad pol¡tica Los papas no s¢lo se preocuparon por el restablecimiento de la unidad religiosa en occidente; se intentaba volver a la unidad pol¡tica que se hab¡a vivido y los cristianos recordaban con tristeza. En el Siglo VIII, Carlos Martel, mayordomo del rey franco, detuvo el avance del Islam. El hijo de Carlos Martel, Pipino, reconocido y ungido solemnemente rey por el papa, acudi¢ en ayuda de ‚ste, cuando el papa se vio amenazado por los lombardos y le don¢ los territorios conquistados en Italia. As¡ comenz¢ en la historia lo que se llamar¡a despu‚s Estados Pontificios; lo que en la actualidad constituye el Estado del Vaticano. Carlomagno, hijo de Pipino, continu¢ siendo el defensor del papa. Su dominio se extiende sobre Europa. El Papa Le¢n III lo coron¢ Emperador, comenzando as¡ una nueva relaci¢n entre los dos poderes, produci‚ndose una tensi¢n tan fuerte que marc¢ en extremo la Edad Media europea. Una nueva religi¢n aparece en Arabia en el Siglo VII el Islam. El Islam tiene como fundador al gran profeta de Dios (Al ), y su doctrina se encuentra en el Cor n. Las tribus  rabes encontraron en el mahometismo una gran fuerza para luchar contra el dominio del Imperio cristiano de oriente. No lleg¢ a cumplirse los cien a¤os en que Mahoma fundara su religi¢n para que se extendiera en Mesopotamia, Persia, Siria, Palestina, Egipto, norte de Africa, Espa¤a, y Portugal. Mientras Europa era evangelizada, la invasi¢n musulmana produjo la descristianizaci¢n m s fuerte de toda la historia. Asia, oriente medio y el norte de Africa se perdieron definitivamente para el Cristianismo. El Cristianismo fue barrido all¡ donde tuvo su origen. Desaparecieron las comunidades cristianas tan fuertes y tan importantes del norte de Africa, y que fueron la causa del Cristianismo occidental. En Espa¤a y Portugal la invasi¢n musulmana coexisti¢ con los moz rabes, que constitu¡an fuertes n£cleos de poblaci¢n cristiana. El mahometismo en Espa¤a proven¡a del norte de Africa; eran invasores reci‚n convertidos al Islam, por tanto sin mucho poder proselitista. Adem s, la independencia proclamada por Abderram n I, cort¢ las relaciones que pudieran darse con el Islam. La influencia  rabe, en Espa¤a, tuvo un nivel m s cultural que religioso. El di logo entre la cultura  rabe y la cultura occidental, tuvo una gran importancia para el desarrollo del pensamiento en occidente. Cisma de Oriente Aunque tuvo lugar la ca¡da del Imperio Occidental, la parte oriental del Imperio Romano continu¢ su existencia desde el a¤o 395, fecha en la que Teodosio El Grande le dividiera, hasta que los turcos, en el a¤o 1.453 se apoderaron de Constantinopla. A Constantinopla se la conoce con este nombre porque Constantino fund¢ su ciudad sobre Bizancio, antigua capital del Imperio. M s tarde, al Imperio de Oriente, se le llam¢ Imperio Bizantino, en recuerdo de la antigua capital. En el Imperio Oriental la Iglesia continu¢ con el r‚gimen de libertad que con el Edicto de Mil n le hab¡a concedido el emperador Constantino. Pero poco a poco empez¢ a darse la falta de entendimiento y el distanciamiento entre la Iglesia de Roma y la de Bizancio. La ruptura total tuvo lugar el a¤o 1.054, produci‚ndose la mutua excomuni¢n entre el papa de Roma, y el Patriarca de Constantinopla. A esta ruptura se la conoce con el nombre de Cisma de Oriente. Desde entonces los cristianos quedaron divididos en cat¢licos y ortodoxos. A lo largo de la historia ha habido intentos de volver a la uni¢n, sin conseguirse resultados positivos. Despu‚s del Concilio del Vaticano 2§, se est  trabajando por la unidad. Un hecho importante fue el encuentro del Papa Pablo VI y el Patriarca Aten goras en Jerusal‚n el a¤o 1.964, dando como fruto que al a¤o siguiente se levantaran las excomuniones ocurridas en el a¤o 1.054. Volviendo otra vez a Occidente, hemos de tener en cuenta que al durar poco tiempo el Imperio de Carlomagno, Europa se vio sometida a un r‚gimen feudal. Durante este tiempo los papas caen en poder de las familias nobles de Roma. Por esto los papas se van sucediendo seg£n triunfan unos u otros en las luchas pol¡ticas. Y estas luchas por un lado y el peligro de los Sarracenos por otro, hacen que el Papa Juan XII pida ayuda a los germanos, que despu‚s de la decadencia del dominio franco ten¡an la supremac¡a militar y pol¡tica de Europa. El rey Ot¢n I penetr¢ en Italia, derrot¢ a los enemigos del papa y el papa le coron¢ Emperador. Todo esto no consigui¢ la paz a la Iglesia, pues fueron sucedi‚ndose una serie de papas, que unas veces eran puestos por el Emperador y otras por aclamaci¢n del pueblo o llegados al poder por la pol¡tica de la nobleza romana. A su vez los emperadores se apoyaban en los obispos, a quienes conced¡an grandes donaciones se¤oriales a cambio de que se sometieran a su poder. Llegaron casos en lo que algunos obispos fueron nombrados e investidos por el poder temporal, convirti‚ndoles en se¤ores feudales. Al Siglo X se le ha llamado el Siglo de Hierro porque fue la ‚poca negra del papado en la Iglesia. Ante tan ca¢tica situaci¢n surgen tres papas, que llevan a t‚rmino la reforma de la Iglesia. Estos papas son Nicol s II, Alejandro II, y Gregorio VII. Este £ltimo fue aclamado por el pueblo romano en el a¤o 1.073, ratificado su nombramiento por los cardenales, tom¢ el nombre de Gregorio VII. Era un monje del monasterio de Cluny. Desde el primer momento se propuso sacra a la Iglesia de su dependencia del poder temporal, llevando a efecto la reforma que deseaba gran parte de los cristianos. A esta reforma se la conoce con el nombre de reforma gregoriana. No tard¢ el dejarse sentir una respuesta violenta por parte del poder temporal. El emperador Enrique IV quiso cesar al Papa Gregorio VII; le excomulg¢ y dispens¢ a sus s£bditos del deber moral de obedecerle. Esta medida atrajo sobre el Emperador tan funestas consecuencias, que tuvo que pedir cargo pol¡tico, de nuevo atac¢ al papa, haci‚ndole huir a Salerno, donde muri¢. El papa perdi¢ la batalla pol¡tica, pero devolvi¢ el prestigio religioso al papado. Esta lucha descrita anteriormente se conoce con el nombre de guerra de las investiduras, que continu¢ entre los sucesores de Enrique IV y de Gregorio VII. Acab¢ en el a¤o 1.122, con el concordato de Worms. En ‚l el Emperador renunci¢ definitivamente a la investidura de los obispos, dej ndolo a la entera competencia de la Iglesia. La vida mon stica Es precisamente la Edad Media la ‚poca del esplendor de la vida mon stica en Occidente. Hacia el a¤o 529 el monje S. Benito fund¢ el primer monasterio benedictino en Montecassino y escribi¢ las reglas por las que deb¡an regirse los monjes. As¡ tuvo lugar el origen del monacato en Occidente. La primera reforma benedictina tuvo lugar a lo largo de los Siglos X y XI, a partir del monasterio de Cluny. De Cluny sali¢ el arte rom nico, que inspir¢ la arquitectura religiosa de la ‚poca. La segunda reforma benedictina fue la reforma cisterciense. Los cistercienses fueron los creadores del arte g¢tico primitivo. Hasta principios del Siglo XIII las ¢rdenes religiosas se rigieron por la Regla de S. Benito. A partir del siglo XIII empezaron a aparecer nuevas ¢rdenes que no viv¡an en monasterios, sino que se dedicaban a la predicaci¢n entre la gente. Se llamaban ¢rdenes mendicantes, porque al no poseer bien alguno, ni individual ni colectivamente, se ve¡an obligados a vivir de las ayudas de los cristianos a los que evangelizaban. Los fundadores de las ¢rdenes mendicantes fueron S. Francisco de As¡s y Santo Domingo de Guzm n. Otro fen¢meno que tiene su origen en la Edad Media es el origen de la universidad. Durante mucho tiempo no hubo en Europa otra clase de escuelas que las episcopales o mon sticas. El monopolio de la ense¤anza lo ten¡a la Iglesia. Las diferentes escuelas existentes se unieron. La universidad represent¢ en la Edad Media a toda una corporaci¢n, cuyos miembros gozaban de privilegios comunes. La Inquisici¢n Si los Siglos XI y XII se caracterizaron por darse en ellos la reforma gregoriana, tambi‚n se caracterizaron por darse en este tiempo las grandes herej¡as. Despu‚s de la reforma los cristianos conectaban con el Evangelio y quieren ser ellos quienes prediquen el mensaje de Salvaci¢n. Pero al mismo tiempo comienzan los fieles una campa¤a de cr¡tica de la Iglesia, hasta el punto de poner en duda su necesidad y su eficacia en el campo de la salvaci¢n. Ante semejante acontecimiento la Iglesia emprende una campa¤a, a su vez, encauzada a convencer y disuadir. La realizan los dominicos, aunque se agotan en semejante esfuerzo. Vino entonces la tentaci¢n de la violencia, tan acorde con las costumbres de la ‚poca la cruzada contra los herejes, la Inquisici¢n. La Inquisici¢n fue de dos tipo episcopal, y papal. Cuando las herej¡as de la ‚poca se extendieron en gran manera por el sur de Francia, Catalu¤a, y norte de Italia, la situaci¢n empez¢ a ser preocupante para la Iglesia. Tras la predicaci¢n de los dominicos se crearon en la di¢cesis afectadas unos tribunales que persiguieron a las personas sospechosas de herej¡a. Estos tribunales diocesanos constituyeron la Inquisici¢n episcopal. Pero esta result¢ ineficaz. Entonces el Papa Gregorio IX cambi¢ la jurisdicci¢n de los obispos por una jurisdicci¢n permanente, que confi¢ a las ¢rdenes mendicantes. Esta jurisdicci¢n dependi¢ directamente del papa. As¡ naci¢ la jurisdicci¢n papal. Las herej¡as en la edad Media quedaron extinguidas aparentemente, encauz ndose el ideal evang‚lico mediante la labor de las ¢rdenes mendicantes. Pero la historia ha demostrado que el problema surgi¢ de nuevo con la reforma protestante. Cisma de Occidente A principios del Siglo XIV el entonces pont¡fice se enfrent¢ con el rey de Francia, Felipe IV, el Hermoso. Otra vez se recrudecieron las relaciones entre el poder temporal y el espiritual. Cuando muri¢ Benedicto XI, sucesor de Bonifacio VIII, la sede de Roma estuvo vacante once meses. Las presiones de los franceses dieron como resultado la elecci¢n de un papa franc‚s, que tom¢ el nombre de Clemente V y traslad¢ la sede de Roma a Avi¤¢n. Los sucesores de Clemente V siguieron en Avi¤¢n por dos razones por mantener un esp¡ritu de servilismo al rey, y por huir de la luchas sangrientas que ten¡an lugar en los Estados Pontificios. Fue el Papa Gregorio XI el que traslad¢ de nuevo la sede a Roma en el a¤o 1.378, y lo hizo a instancias del arzobispo de Toledo, Gil de Albornoz, y por las presiones de Sta. Catalina de Siena y de los cristianos. M s de setenta a¤os hab¡an residido los papas en Avi¤¢n. Pero lleg¢ el momento de la muerte de Gregorio XI y los italianos exig¡an un papa italiano. Los cardenales franceses, quienes declararon nula la elecci¢n, alegando falta de libertad por haber sido presionados por el pueblo. Los franceses (cardenales franceses) eligieron a otro papa, que tom¢ el nombre de Clemente VII y fij¢ su sede en Avi¤¢n. La Iglesia se dividi¢ entre los partidarios de Urbano VI, papa italiano, y los partidarios de Clemente VII, papa franc‚s. As¡ surgi¢ en la Iglesia otro cisma, el de Occidente, en el a¤o 1.378. El a¤o 1.409 se convoc¢ un concilio, que se celebr¢ en Pisa. En ‚l se destituy¢ al papa de Roma y al de Avi¤¢n, eligiendo a otro. La situaci¢n se agrav¢, pues en lugar de dos papas hab¡a tres. La soluci¢n lleg¢ cuando en el a¤o 1.417 el concilio de Constanza eligi¢ papa a Mart¡n V. De los tres papas dos aceptaron la soluci¢n, pero uno de ellos, el aragon‚s Benedicto XIII (el Papa Luna) se resisti¢; fue obligado a dejar la sede de Avi¤¢n, se refugi¢ en el castillo de Pe¤¡scola, donde muri¢. Treinta y nueve a¤os de gran divisi¢n da¤aron en extremo la vida de la Iglesia. Por este motivo el Siglo XV comenz¢ con una gran necesidad de reforma. Musicograf¡a (Piezas digitalizadas en el juego) Durante el desarrollo del juegos aparecen diferentes piezas musicales. En el inicio del juego, en la pantalla de prentaci¢n, la melod¡a que aparece es Judas Mercator. Se trata de un responsorio de T. L. de Victoria (1548 - 1611) a cuatro voces iguales. El resto de las piezas, son piezas sampleadas directamente del disco Canto Moz rabe, de la Schola Antiqua de Espa¤a. En ellas aparecen los siguientes textos: Aperiat tibi Dominus (Ant¡fona moz rabe) Te abra el Se¤or. Dixi custodire legem tuam (Ps. 118, 57a.) Dije que guardar¡a tus mandatos. Gloria et honor, Patri et Filio et Spiritui Sancto (Dosxolog¡a moz rabe) Gloria y honor al Padre, y al Hijo, y al Esp¡ritu Santo. In saecula saeculorum (Doxolog¢a moz rabe) Por los siglos de los siglos. Ipse super fundavit eum (Ps. 23, 2a.) El mismo fun¢ la tierra sobre los mares. Portio mea Dominus (Ps. 118, 57b.) Mi porci¢n es el Se¤or.